Con su disco “Scream”, los popstars alemanes supieron combinar cartoon rock, emo-punk y ambigüedad. Nos encanta que la gente nos grite”, le dice Bill Kaulitz, cantante de Tokio Hotel al Sí! y, mientras un modelo registrado de popstar se ocultará ante los flashes del paparazzi, los alemanes se confirman como las estrellas del momento en la galaxia fotolog (y más allá también). En julio, se los definió como “los reyes del cartoon rock” y, a fin de año, los lectores los consagraron como Revelación en el ‘08: por un cóctel de emo-punk, histeria, androginia y dibujos animados.
Para la anécdota quedará que Tokio Hotel sea el mayor fenómeno de exportación de la música alemana en los últimos veinte años: el grupo de los mellizos Kaulitz resume una idea de ambigüedad generacional, donde el chico podrá ser chica según el talle de pantalón que se ponga o podrá expresarse en la lengua vedada al otro: en la última entrega de Los Premios MTV se rehúsaron a hablar en inglés y desconcertaron con un cerrado teutón. “Nuestros fans están un poquito locos, pero para nosotros ninguna locura es suficiente”, insiste Bill que, con su hermano Tom y con Georg Listing y Gustav Schafer, forma el grupito que confiesa su gusto por la histeria. Ajena.
Los alemanes recibieron al Sí! en el club Avalon, una meca rockera de Hollywood, adonde los llevó otra de sus incontables giras. Ahí también pudieron haberse alojado los Jonas Bros. (segundos en el rubro Revelación de La Encuesta) pero, donde estos sobreactúan recato y virginidad, aquellos promueven una ambigüedad que se extiende desde las letras de las canciones hasta el look (”tardo una hora diaria y un frasco de spray para mantener el peinado”, se enorgullece Bill). Además de sus secretos capilares, la entrevista revela una inesperada conexión local. “Tenemos una pariente en la Argentina”, dicen los hermanitos: “Es una señora muy mayor que vive en una granja y tiene caballos salvajes”.
Si es cierto que su eclecticismo puede ser una síntesis de la vanguardia actual, los Tokio Hotel son señal de época: un sonido épico en la música y una sensación de inocencia perdida en las letras, para los que están creciendo bajo el ojo de la opinión pública. “Empezamos a tocar en público desde muy chiquitos y cuando teníamos 10 años nos vinieron a ver Georg y Gustav”, recuerdan los mellizos y se convierten en íconos generacionales para los tiempos fugaces del doble clic.
¿Fugacidad o velocidad? Hace varios años que sólo tienen dos semanas de vacaciones entre giras (que se llaman 1000 oceános o 1000 hoteles) y por ahí circula, como instructivo para los periodistas del ramo, un videíto titulado Las 9 reglas para entrevistar a Tokio Hotel. Mientras las dos versiones de su disco Scream (el primero que grabaron en inglés) siguen ocupando puestos en los rankings de los más vendidos, ellos no parecen tener apuro. Estudian el idioma de Shakespeare como parte de su “proyección global” y, ante el futuro, no arrugan: “Baladas, pop, rock. No es fácil encasillarnos”.
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